Teorías filosoficas acerca del origen de la vida
4.2.2 Teorías filosóficas acerca del origen de la vida
4.2.2.1 Mecanicismo
Sostiene que la vida se debe a una clase energía material, mera suma resultante de varias energías. La vida pues, consistirá en sola combinación de leyes físicas y químicas; sin embargo, esta teoría es rechazada por no explicar, tanto ciertas actividades parciales, como el sistema completo de la vida. En efecto, no explica porque las actividades del vivo son dirigidas hacia una finalidad que él mismo va consiguiendo en virtud de su propia energía[1].
4.2.2.2 Vitalismo
Entiende la vida producida por un principio vital, que no es un ser completo o pieza de la maquina-cuerpo ni conductor de la misma distinto a ella, como pretendieran Platón y Descartes en el ejemplo del carro. El vitalismo concibe al vivo como unidad sustancial, compuesta de dos elementos sustanciales, “materia y forma”; esta forma sustancial se llama “alma”, porque “anima” al todo el ser; también se llama “entelequia” porque tiene por sí y en sí el fin. En términos- de Teilhard se dice que el ser esta compuesto de “interioridad” o “energía radial”, la que centra en sí la actividad, y de “energía tangencial” o “exterioridad” que multiplica los elementos materiales para que constituyan el organismo[2].
4.2.2.3 Hilemorfismo
Explica el ser vivo como compuesto, no de dos seres si no de dos elementos o principios-fuerzas, llamados materia y forma sustanciales, o de dos energías. La razón de esta duplicidad de elementos es que las operaciones particulares del vivo, por cooperar al mismo fin inmanente, que es el bien del organismo, denotan una finalidad intrínseca en los vivientes, la que no puede explicarse por solas combinaciones de leyes físico-químicas. En efecto, la biología explica parcialmente la vida por la sola causalidad eficiente, lo que es válido para fenómenos particulares, pero no para la totalidad viviente, que no es mera suma de partes y que muestra su propia tendencia, o sea, su causalidad final; vale decir que el fin se halla ínsito en la forma sustancial o alma, que como vimos, es “entelequia”, o sea, aquella que en sí tiene y realiza su propio fin[3].
4.2.3 Origen o causa de la vida
Desde la antigüedad se cuestionó la humanidad cómo y de dónde había salido la vida. Ya Aristóteles, y con él por muchos siglos, se creyó que muchos vivientes procedían espontáneamente de materia inorgánica, lo que se llamó “generación espontánea” (de la cual hablaremos más adelante). Sólo en siglo XIX, Pasteur demostró ser falsa dicha generación, por lo menos en las condiciones actuales de nuestro planeta. Si en el laboratorio se logran reproducir las condiciones que se dieron al principio cuando apareció la vida, se obtienen sustancias orgánicas.
Esto significa que la vida se da cuando se logra, la que Theilard llamaba “Complejidad-conciencia”, y que la filosofía tradicional denomina “forma sustancial del vivo” o “entelequia”.
Cabe entonces preguntar si dicha complejidad de la materia es causa de la vida, o más bien, el principio vital es la causa de la vida, lo que equivale a preguntar: ¿vive porque es complejo o es complejo porque vive?. La filosofía responde: la forma sustancial o principio vital es la causa formal de la complejidad; lo cual no quiere decir que el principio o alma no llegue hasta cuando el sustrato material esté terminado, sino que el principio formal se ha de dar precisamente cuando dicho sustrato se encuentra en estado de indeterminación, pero con la capacidad de ser determinado por la forma sustancial. Esta causa forma, por consiguiente, informa o determina a la “materia prima”, principio de indeterminación y que no equivale al cuerpo ya organizado o determinado.
Pero queda aún una objeción muy seria, pues, según lo dicho, la materia inorgánica, al dar paso hacia lo orgánico, produciría un efecto superior a sí misma, dando de lo que no tiene, es decir, daría la facultad de actuar inmanentemente.
Con esto se llega al problema clave para todo evolucionismo; problema que no existe para quienes, contra los datos científicos, sostiene que no ha diferencia esencial entre lo inorgánico y lo vivo. Para ello se pasa de pasar de un grado mayo a otro menor, lo que sucedería con aumento de materia.
Sin embargo, con la mayoría de científicos y filósofos vitalistas, incluso el marxista Oparin, no dudaron en afirmar que la vida no se produjo por casualidad o azar ni por sólo aumento de materia. Sostener que se requiere un conjunto de condiciones para que lo inorgánico produzca lo vivo, es no dar la respuesta última, pues se debe decir cómo y por qué se dieron esas tan múltiples y complejas combinaciones. Para tratar de vislumbrar una respuesta a esta importantísima pregunta, se citan a continuación algunas de las teorías más aceptadas respecto al origen de la vida desde el punto de vista de la ciencia[4].
4.2.4 Monogénesis y Unidad de la vida
Un hecho biológico por demás curioso es que todos los seres vivos parecen derivarse de un diseño inicial básico y único: Utilización de proteínas como catalizadores; membranas construidas a partir de lípidos y proteínas; vías metabólicas semejantes; código genético único; cinco nucleótidos, un fosfato y dos azucares para formar ADN y ARN; la misma tecnología en los ribosomas para la síntesis de proteínas; y sólo aminoácidos levógiros, cuando los dextrógiros, imágenes especulares de los anteriores, son tan buenos como los primeros. “Una de las características más singulares de la unidad bioquímica es la universalidad de este convenio[5]”
Todo esto puede explicarse en forma sencilla si lo vivo, todo lo vivo, procede de un antepasado común y si algunas particularidades básicas de ese Adán casual, se han conservado intactas en todos los descendientes.
Para los científicos, el hecho de que toda la biosfera esté construida a partir de los mismos veinte aminoácidos, y edificadas sobre un código genético semejante en todas las especies, es un indicio serio de que la vida que conocemos se originó una sola vez en la historia de la tierra. “De la bacteria al hombre, la maquinaria química, tanto en estructura como en funcionamiento es esencialmente la misma”[6]. “Los mismos modelos homologados de organelas funcionan en las células de los ratones y de los seres humanos; el mismo aparto de trinquete que emplea una proteína contráctil sirve al movimiento de la ameba y al de los dedos del concertista de piano”[7]
Una prueba indirecta a favor de la teoría de la evolución y del origen único de todas las especies de vertebrados, lo constituye la existencia de segmentos de ADN que se repiten insistentemente en muchísimas de ellas; fósiles, en cierto sentido, que conservan pedazos del pasado congelados en su nucleótidos.
Recientemente se ha encontrado que en la mayoría de las especies animales, incluida la humana, existe una singular secuencia de ciento ochenta bases nitrogenadas que aparecen repetida en ciertos genes esenciales en la determinación del plan básico o arquitectura general de los organismos. Con ello muestra que, tal vez, se originó una sola vez por allá en los albores de la vida multicelular y que luego, por simple duplicación, ha producido decenas de copias de sí misma. El hecho de que esa secuencia se conserve intacta indica que desempeña un papel crucial en el desarrollo de los individuos, de tal suerte que las inevitables variaciones aleatorias producidas en un lapso tan largo fueron eliminadas tan pronto aparecieron.
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